Rompecabezas.

Esta gran serie, basada en el principio del rompecabezas, oscila entre la abstracción (opus 3) y una figuración libre (opus 2). Es una aventura iniciada hace más de treinta años que continúa evolucionando aún hoy en día.

Fragmento primero todo el espacio pictórico en piezas disímiles, con el objetivo de disgregar las nociones de forma y de fondo, de figura y de contorno, de contenido y continente. La composición se recompone luego para sugerir (o no) escenas familiares ubicadas en un contexto improbable. El lenguaje plástico, centrado en la exploración de texturas y materias, contribuye a la re-creación de lo extraño gracias al efecto de filigrana que resulta de la infinidad de matices obtenidos por la diversidad de materiales utilizados.

Declinados en sub-series (opus) que representan temas variados (el mundo del silencio, el mundo humano, recorrido de un puzle, puzles rítmicos urbanos, etc), los « puzzles » me permiten sugerir esta multiplicidad posible de realidades en la que abstracción y figuración ya no se oponen : se refuerzan una a la otra, se complementan y se completan puesto que en toda figuración hay una abstracción subyacente y en toda abstracción, una figuración implícita.

Opus 3. Rompecabezas abstractos

A nivel conceptual, el rompecabezas pasa por diferentes etapas en su recorrido, símbolo de las etapas que las ideas que tenemos de la vida pueden recorrer (génesis, consolidación, ventanas abiertas, fusión, desfasajes, disoluciones, etc.). Esto es el fruto de la evolución de la obra con el pasar de los años gracias a las experiencias y las inquietudes de cada momento, así como de la exploración continua de nuevas formas y técnicas. Al tomar distancia con respecto a la obra creada, me di cuenta de que los cuadros podían agruparse naturalmente dentro de subseries y que éstas simbolizaban diferentes momentos de una vida. No se trata tanto de momentos físicos –aún cuando los rompecabezas nacen o mueren- sino de momentos psíquicos: las ventanas por donde vemos la vida que pasa fuera de la nuestra o las ventanas hipnóticas de una ciudad; los rompecabezas fundidos donde todas las piezas de nuestra vida parecieran querer encajar y la composición se vuelve fluida; los incompletos como la vida, donde sólo la muerte puede aportar la última pieza; los desfasados, como podemos sentirnos a menudo frente a los seres queridos; los rompecabezas en disolución, cuando todo a nuestro alrededor parece desintegrarse para dejarnos solos frente a nuestras incertidumbres; los rompecabezas con elementos extranjeros que amenazan primero con destruir nuestro sistema de vida pero terminan integrándolo y enriqueciendonos con sus visiones nuevas; los rompecabezas escondidos, que vuelven a aparecer donde uno menos se lo espera; los rítmicos que, a partir de una sucesión de figuras de más o menos duración como en una composición musical, acaban formando estructuras evocadoras de ciudades en diferentes momentos del día o del año, polvos de rompecabezas, polvo de estrellas, la génesis de todo lo que existe, las sensaciones rítmicas, en las que color y materia de vuelven música

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